Tormenta perfecta.
2017 A. D. pertenece a una era en la que van a converger a chorro cambios profundos pero imprevisibles.
La imprevisibilidad (Marty McFly y el ciclo de sobre-expectación) se sustenta en que el futuro que se imaginaron en el pasado está lleno de errores, y en que a la hora de imaginar nosotros no somos mejores que los que nos antecedieron. Así que no sabiendo muy bien ni qué cambios va a haber ni cuándo van a producirse exactamente, pensamos que van a ser profundos, muy profundos. ¿Por qué? Porque estos cambios se están dando en la raíz de todos los ámbitos (económicos, laborales, políticos…), produciendo nuevos fenómenos, cuya convergencia multiplica su impacto y los escenarios no previsibles.
La convergencia de los nuevos fenómenos multiplica su impacto y los escenarios no previsibles.
Los nuevos fenómenos están interrelacionados entre sí, pero el Tsunami Tecnológico es el desencadenante de la tormenta. Las disrupciones tecnológicas transforman la manera y la potencia con que las personas interactúan con las cosas, con la familia y con las amistades, con las comunidades, con la administración y con el resto del planeta. Y estas nuevas formas de interactuar generan nuevos fenómenos.
Fenómenos económicos: gran parte del valor bursátil mundial es “conocimiento”. Las empresas más importantes apenas tienen personal, la mayor inmobiliaria no tiene inmuebles, la empresa de transporte más revolucionaria no tiene transportes… ¿Demasiado aire? Además, el comercio tal y como se ha entendido hasta ahora está herido de muerte, el consumidor no busca un vendedor, sino un distribuidor, y quiere un producto apretando un botón y no busca generar valor en su comunidad. Lo macro y lo micro tocados.
Fenómenos laborales: la retórica laboral del siglo XIX va perdiendo el sentido y, por lo tanto, también lo va perdiendo todo el sistema que la rodea y que ha llegado al siglo XXI. Probablemente, no tenga mucho recorrido contemplar la vida laboral como un compartimiento estanco, y alienante en muchos casos, entre la formación y la jubilación. Lo que sí parece que nos depara el futuro es que los robots, la inteligencia artificial y demás inventos maten la mitad del trabajo, y que la otra mitad sobreviva si apuesta por la colaboración, la conectividad, la innovación y en gran parte por la autogestión.
La economía, el comercio y el trabajo, tal como los conocemos, tienen los días contados.
Fenómenos políticos: los Estados tienen varias razones de ser… hasta ahora. Una de estas razones, precisamente, es ser garantes de un sistema laboral que apunta a crisis. Pero no es su única razón en crisis: también los son la identidad y la representatividad. El mundo hiperconectado va diluyendo en muchos casos las identidades tradicionales, y las TIC 2.0 (de ida y vuelta) hacen complicado justificar que un representante político tenga que adivinar los intereses de sus representados para defenderlos. El sistema representativo pierde gran parte de su sentido cuando las tecnologías permiten que cada cual pueda representarse directamente y opinar o votar en tiempo real.
Cedemos nuestros datos vitales y el control de nuestras cosas a empresas extranjeras.
Además, los centros de gravedad geopolíticos se mueven. Y no solo porque Asia corte el bacalao del mercado mundial, sino porque Facebook, Google o Amazon, empresas estadounidenses colocadas en la pole position del control de los datos y del conocimiento asociado, van a tener el control del internet de las cosas (o sea, de las cosas), y ya empiezan a menoscabar las soberanías tradicionales de los Estados, el control de su ciudadanía y de sus mercados. Según las teorías contractualistas del Estado, el individuo le cede este parte de su libertad para mantener un marco común de convivencia. Lo que ahora cede el individuo a empresas extranjeras son nada menos que sus datos vitales y el control de sus cosas a cambio de servicios, y se puentea y debilita al Estado tradicional.
Fenómenos de credo: es verdad que cualquiera puede ir a la cárcel con una película convenientemente editada de sus wasaps y twitters, pero el poder político y los medios de comunicación de masas ya no soy un tándem que controla a la ciudadanía y enmarca el pensamiento único. La información fluye en tiempo real y de punta a punta del planeta… pero también se miente, y parece que cada vez más. Aparte de los sesgos cognitivos de cada cual (creemos lo que queremos creer), ¿qué nos creemos y qué no?, a la incertidumbre de la verdad hay que sumar la falta de conocimiento y de un maduro espíritu crítico. No es contradictorio: hay mucha información (de calidad cuestionable), pero no se sabe darle sentido y contextualizarla para que nos enriquezca como humanos.
Tragamos mentiras a borbotones -lo llaman postverdad-, a las puertas del posthumanismo -con cyborgs a la vuelta de la esquina, con inteligencias artificiales poderosas-, las elecciones hackeadas, los Estados en crisis de legitimidad, deslocalización de las soberanías, crisis de pensiones, rendidos al capricho del capitalismo financiero… No sabemos lo que va a pasar ni cuándo. Pero viene gorda, parece.
Postverdad, posthumanismo, crisis del sistema y de valores… el futuro es imprevisible, pero que no lo sea nuestra voluntad de sociedad justa y cohesionada.
Y a todo esto crisis de valores. Esto viene de antes, con una secularización que se ha quedado a medias, sin un catecismo de mínimos compartido, viendo la edad como un problema, sin principio de autoridad, somos «homo consumens» que queremos tener más y usar más, mientras batimos récords de venta de ansiolíticos y aumentan nuestras diferencias de renta… Y ese es el quid. Los erizos deben permanecer juntos aunque se hagan daño porque si no mueren de frío. No es buenismo, es aprendizaje: desde el paleolítico, las tribus cohesionadas son las que sobreviven y el altruismo es un factor de ventaja evolutiva. El futuro es imprevisible, pero que nuestra voluntad no lo sea.
Con la tormenta también vienen oportunidades para desarrollarnos, puede morir lo peor de lo viejo y podremos construir lo nuevo y que sea mejor. Pero estas oportunidades solo las podremos aprovechar si nos armamos bien como personas, como comunidad y compartimos que queremos ser una sociedad justa y cohesionada. También podremos no hacerlo.